En una de esas polémicas ridículas pero irresistibles que surgen en twitter
el rapero estadounidnse B. o B. inició
una cruzada para demostrar que la tierra es plana, convencido de que la Humanidad está siendo engañada desde
hace siglos. Posteando fotografías en sus redes en las que pregunta por qué no se ve la curvatura en el lejano horizonte, e incluso componiendo una canción sobre
su teoría, buscó refutar las respuestas de científicos y astronautas. Nombres
ilustres como el divulgador Neil DeGrasser Tyson y Buzz Aldrin, el segundo
hombre que pisó la luna, se encargaron de refutar al artista de hip-hop con
sólidos argumentos. Un convencido B.o.B sostuvo su convicción diciendo “Es
normal que la gente busque desmoralizarte cuando sabe que tienen algo que
ocultar”. Esta misma frase pudo haber sido pronunciada por Galileo Galilei hace 400
años, aunque en su caso la situación era exactamente la contraria.
Quien hoy es considerado “padre de la ciencia moderna” había sorprendido a toda Europa con sus teorías
nacidas de sus observaciones por el novedoso invento del telescopio. La certeza
de que la Tierra se mueve alrededor del Sol y el descubrimiento de las manchas
solares son algunos de los aportes de este genio del Renacimiento. Si su apoyo
a las ideas de Nicolás Copérnico, primer pensador que cuestionó la centralidad
de nuestro planeta en el cosmos, ya lo hicieron un personaje controvertido, la popularización de sus ideas lo transformaron
en el enemigo número 1 de los sectores más conservadores de la Iglesia
Católica. Contando con la protección de Cosme II de Medici durante años, el
genio nacido en Pisa había podido desarrollar sus ideas con relativa libertad,
impresionando al Colegio de Roma y a científicos tanto religiosos como
seculares. Pero al fallecer su mecenas Galileo quedó solo ante el Poder, ya que
el resto de la familia Medici era muy devota. El Vaticano no tardó en iniciarle
un proceso que se transformó en un símbolo de los enfrentamientos entre Razón y
Religión.
Todo culminó el 30 de abril de 1633 cuando el científico nacido en Pisa,
bajo amenaza de ser torturado, fue forzado a afirmar que sus ideas eran erradas
en un acto de alta auto-humillación. El texto – escrito por un hombre de
ciencia de 70 años con problemas de salud - concluía que “con el corazón sincero y fe no fingida, abjuro,
maldigo y detesto los mencionados errores y herejías y, en general, de todos y
cada uno de los otros errores, herejías y sectas contrarias a la Santa
Iglesia”. Al poco tiempo su abjuración circuló por toda Europa y leerla
actualmente genera una inevitable impotencia. Es muy difícil imaginar los sentimientos del físico italiano al momento
de tener que renunciar a los frutos de tantos años de investigación, aunque el
alemán Bertolt Brecht supo plasmar con agudeza el episodio en “Vida de Galileo”,
una de sus obras más emblemáticas.
En su libro “Fe y Ciencia” el teólogo Manuel Trevijano afirma muy
protocolarmente que “Si los inquisidores hubiesen considerado la teoría
heliocéntrica como una nueva sentencia a estudiar, y no hubieran visto en
Galileo a un adversario que había que condenar forzosamente, hubiesen ahorrado
muchos dolores de cabeza a los apologetas posteriores”. Lo cierto es que estos
últimos, encargados de defender los dogmas del cristianismo, lograron retrasar las
disculpas de la Santa Sede durante
siglos. En 1979 Juan Pablo II ordenó la creación de una comisión especial para
revisar aquella polémica del siglo XVII, la cual recién llegará a conclusiones
definitivas en 1992. Así fue como 359
años después de los sucesos originales Galileo Galiei fue reconocido
públicamente, retirándolo de la categoría de hereje en la que estaba
catalogado. De todas maneras las críticas a la Iglesia por su accionar en
proceso y las consecuencias que esto trajo para el desarrollo científico aún
continúan.
La Tierra no es plana, ni tampoco es el centro del universo. Está en
movimiento (“Eppur si muove” se dice que comentó en voz baja Galileo luego de
su sentencia para señalar que nuestro planeta seguía moviéndose más allá de la
opinión eclesiástica) como lo está el conocimiento científico. De hecho hoy
sabemos que ni siquiera el Sol es el centro del universo y que nuestro sistema
es escandalosamente pequeño frente a una vastedad cósmica que la astronomía
revela como infinita. Quizás una mayor consciencia de esa pequeñez ayudaría
tanto a cardenales romanos como a raperos estadounidenses a aceptar los hechos
con algo de modestia, esa virtud tan olvidada en la actualidad.