La cuna de García Lorca



Ocurrió en una tradicional librería porteña. Un prestigioso traductor especializado en Borges cuyo nombre no podemos develar (Rolando Costa Picazo) citó, al ver un carísimo ejemplar con la obra completa anotada de Federico García Lorca, la famosa frase que el autor de "Ficciones" dijo sobre el escritor granadino: "García Lorca es un andaluz profesional". Luego de retirarse el traductor del local un cliente que escuchó la charla y lucía una bandera española en la solapa - uno de esos individuos que en España denominan falangistas - señaló: "¿Este es un pelotudo solemne, no?".

La anécdota, además de ilustrar la variedad de personajes que se entremezclan en una librería, ejemplifica cómo dividió opiniones la popularidad del autor de “Bodas de sangre” durante su visita a Buenos Aires en 1933; un viaje que iba a ser de solo una semana y terminó extendiéndose a seis meses. Él se ocupó de remarcar más adelante que aquellos días estuvieron entre los mejores de su vida. Sin embargo algunos jóvenes de letras locales, por ese entonces militantes de diversas vanguardias como el ultraísmo, no dudaron en desconfiar de ese carismático poeta y dramaturgo que venía del otro lado del Atlántico a difundir exóticas tradiciones sevillanas. 

Sin embargo también hubo contemporáneos como Silvina Ocampo, quien desde el círculo de la Revista Sur gestionó la publicación de “Romancero Gitano”, que admiraban profundamente al escritor que había compartido su juventud universitaria con Salvador Dalí y Luis Buñuel. Apenas dos años después de su exitoso periplo argentino el buen Federico fue fusilado por tropas franquistas en algún lugar cercano a la localidad de Alcafar, Granada, junto a otros “socialistas y masones”. Tenía sólo 38 años. A pesar de varias excavaciones realizadas en la zona en los últimos años sus restos nunca fueron encontrados.   

Otra persona que nunca ocultó su devoción hacia el escritor español fue Leonard Cohen. El canadiense no solo recitó sus poemas y lo reconoció como influencia en numerosas oportunidades, si no que nombró Lorca a su hija nacida en 1974. Cuando a mediados de los 80’ visitó Andalucía era consciente de que su ídolo na tenía un lugar físico de descanso, por lo que decidió visitar la casa natal del poeta asesinado y retratarse junto a la que alguna vez fue su cuna. ¿Qué mejor lugar para homenajear a alguien que aquel donde soltó sus primeras lágrimas y risas al comenzar a vivir? La foto es un testimonio de vida que hace trizas los balazos de cualquier pelotón.   

"Pequeño vals vienés" de García Lorca inspiró a Leonard Cohen para "Take this Waltz"



En Viena hay diez muchachas, 

un hombro donde solloza la muerte               
y un bosque de palomas disecadas. 
Hay un fragmento de la mañana 
en el museo de la escarcha. 
Hay un salón con mil ventanas. 
¡Ay, ay, ay, ay! 
Toma este vals con la boca cerrada. 

Este vals, este vals, este vals, 
de sí, de muerte y de coñac 
que moja su cola en el mar. 



Te quiero, te quiero, te quiero, 
con la butaca y el libro muerto, 
por el melancólico pasillo, 
en el oscuro desván del lirio, 
en nuestra cama de la luna 
y en la danza que sueña la tortuga. 
¡Ay, ay, ay, ay! 
Toma este vals de quebrada cintura.

En Viena hay cuatro espejos donde juegan tu boca y los ecos. 
Hay una muerte para piano 
que pinta de azul a los muchachos. 
Hay mendigos por los tejados. 
Hay frescas guirnaldas de llanto. 
¡Ay, ay, ay, ay! 
Toma este vals que se muere en mis brazos. 

Porque te quiero, te quiero, amor mío, 
en el desván donde juegan los niños, 
soñando viejas luces de Hungría 
por los rumores de la tarde tibia, 
viendo ovejas y lirios de nieve 
por el silencio oscuro de tu frente. 
¡Ay, ay, ay, ay! 
Toma este vals del "Te quiero siempre". 

En Viena bailaré contigo 
con un disfraz que tenga 
cabeza de río. 
¡Mira qué orilla tengo de jacintos! 
Dejaré mi boca entre tus piernas, 
mi alma en fotografías y azucenas, 
y en las ondas oscuras de tu andar 
quiero, amor mío, amor mío, dejar, 
violín y sepulcro, las cintas del vals.