Yo me ayudo, tú te ayudas, nosotros no nos ayudamos


Cuando Samuel Smiles publicó en 1859 “Self-Help” no imaginó el monstruo que estaba creando. Este escocés había intentado luchar contra las injusticias del mundo como periodista y parlamentario, pero llegando a los 40 años de edad empezó a interesarse por una transformación más individual y profunda. El texto fue rechazado por varios editores, por lo que el autor debió publicarlo de manera independiente. Con los años el hombre se transformó en una notable celebridad, con su obra citada por políticos y empresarios, lo cual provocó que muchos intentaran imitar su estilo. Su libro terminó originando un género de ensayo ego-referencial que tendió un dudoso puente entre la trascendencia espiritual y la búsqueda del éxito como fin absoluto. Esta característica hizo del discurso de la autoayuda un favorito de las editoriales durante el periodo de expansión del capitalismo. Hoy el libro es conocido como la “biblia del victorianismo liberal”.  

Las anécdotas de superación personal siempre tienen algo de inspirador al contagiar la idea de que es posible salir de una circunstancia adversa y de que cualquier persona puede tener suceso en la vida. Pero al poner particular énfasis en la lucha individual antes que en las alianzas colectivas para lograr un objetivo, estas historias y doctrinas son blanco de fuertes críticas, especialmente desde las ciencias sociales. Ya en una entrevista de promoción de “Self-Help” Smiles insinuaba que la grave situación de una familia de obreros humildes se producía en gran medida porque “son descuidados”. Estas opiniones generaron muchas contradicciones entre los socialistas de la época, quienes se repartían entre admiradores y detractores. Esta grieta se mantuvo a lo largo de la historia y el texto fue citado como inspiración tanto por Sakichi Toyoda - fundador de las empresas Toyota - como por el líder comunista y militante minero A. J. Cook.

No es casual que la popularidad de estos libros floreciera en el periodo inmediatamente posterior a la Revolución Industrial, cuando los avances técnicos y la constitución de la idea de trabajo tal como hoy la conocemos provocaron fuertes cambios sociales y culturales. De pronto nuestra especie, acostumbrada a una vida rural y con una administración del tiempo más elástica, empezó a concentrarse en grandes ciudades, atando su rutina diaria a las necesidades de sus empleadores. Como reacción a esto hubo movimientos filosóficos como el Trascendentalismo, con escritores valiosos como Ralph Waldo Emerson, Henry David Thoreau y Walt Whitman en sus filas, que propusieron la búsqueda de un modo de vida más natural frente a la deshumanización creciente de la época. Pero a pesar de compartir ciertas características, la autoayuda no logró disponer en sus filas nombres de tanto prestigio, transformándose en cambio en una máquina de sumar propuestas de los más distintos orígenes para apuntalar su arenga optimista.

A lo largo del último siglo el sector de superación de las librerías fue en un voraz cambalache que reunió a empresarios exitosos, sobrevivientes a enfermedades terminales, psicólogos mediáticos, fanáticos de las terapias alternativas y gurúes orientales en busca de los bolsillos occidentales. Esta característica ha provocado que sea un rubro de enorme vitalidad, a pesar de su aparente falta de foco temático. A lo largo de los años una serie de best-sellers de autoayuda fue conformando un mapa de las neurosis e inseguridades del ser humano contemporáneo. En la lista se destacan títulos como “Como conseguir amigos e influir sobre las personas” de Dale Carnegie, “Cómo conseguir amigos e influir sobre las personas” de Wayne Dyer, “Usted puede sanar su vida” de Louise Hay, “Las siete leyes espirituales del éxito” de Deepak Chopra, “Los siete hábitos de la gente altamente efectiva” de Stephen Covey, “Padre rico, padre pobre” de Robert Kiyosaki y un extenso etcétera. Por no olvidar autores como Richard Bach y Paulo Coelho, que utilizan esquemas narrativos para dejar su mensaje edificante.  

Por supuesto que al tratarse de una vertiente editorial tan amplia no todos los títulos deben ser juzgados con la misma vara. La investigadora del Conicet Vanina Papalini, que estudió el contenido de estos libros durante años, advierte sobre el peligro de generalizar en este sentido, planteando que algunos títulos gozan del respeto de la academia, como “Mujeres que corren con lobos” de Clarissa Pínkola Estés. Pero también cuestiona el sistema inductivo utilizado por la mayoría de ellos, que en base a un caso específico infiere una solución universal y atemporal. La especialista detecta dos vertientes claras dentro de estas publicaciones: “El libro de autoayuda aparece como una respuesta individual a problemas que son básicamente sociales. Pero por otro lado también hay una serie de libros apuntados a reconfigurar la personalidad adaptándola a requerimientos del mercado”. En definitiva, lo que proponen es un tipo de felicidad sin cuestionamientos ni dudas, por lo tanto funcional al sistema.  

Todas estas observaciones no logran cambiar la realidad de cientos de ejemplares que se venden cada mes, transformando a estos libros en el único bastión de hierro dentro de un mercado editorial que se achica. No es casual que títulos de otros géneros – como la filosofía y la ciencia  - busquen imitar ese tono didáctico y optimista típico de la autoayuda. El viejo Smiles nunca imaginó que la gente necesitaba tantos consejos para mirarse el ombligo.