El
mitógrafo estadounidense Joseph Campbell estudió a lo largo de su vida los
mitos y leyendas populares de una enorme cantidad de culturas de distintos
puntos del globo. Basándose en los puntos en común que encontró entre todas
ellas desarrolló la teoría del “monomito”. En él describe la estructura
de ‘el camino del héroe’ presente en los relatos de las
diferentes civilizaciones, más allá de sus diferencias culturales. “El héroe se
lanza a la aventura desde su mundo cotidiano a regiones de maravillas
sobrenaturales; el héroe tropieza con fuerzas fabulosas y acaba obteniendo una
victoria decisiva; el héroe regresa de esta misteriosa aventura con el poder de
otorgar favores a sus semejantes” señaló el especialista. Se trata de un esquema
que se repite tanto en la Odisea de Homero como en la saga de Star Wars.
Hoy
la palabra mito es utilizada en exceso y ya no tiene las características
venerables que poseía en la antigüedad. Sin embargo resulta atractivo tomar
figuras contemporáneas y mirarlas a través del prima de lo mítico, algo que
arroja una luz novedosa sobre muchos personajes trascendentes. Y por su complejidad
y vigencia es Ernesto “Che” Guevara quien mejor se acopla a los patrones
expuestos en el párrafo anterior. El viaje iniciático por América Latina junto
a su amigo Alberto Granados, el descubrimiento de la ideología revolucionaria,
la participación en la gesta cubana de Fidel Castro, el desengaño y la renuncia
a sus cargos políticos para apoyar a los
rebeldes del Congo y su regreso a Sudamérica para propiciar un levantamiento en
su país natal se corresponden a la perfección can varias de las etapas descriptas
por Campbell. El llamado de la aventura,
el cruce del umbral, los retos y tentaciones, la revelación y el regreso al punto
inicial aparecen con claridad en la hoja de vida del médico devenido
guerrillero.
En
el caso del Che hay un factor llamativo y es el carácter autoconsciente de los
textos que fue dejando en distintas etapas de su vida, como si supiera del
carácter inevitable de su destino. Lector voraz desde niño, en una poesía
escrita a los 19 años dice: “Morir sí,
pero acribillado por las balas, destrozado por las bayonetas, si, no, no,
ahogado no...un recuerdo más perdurable que mi nombre es luchar, morir luchando”.
Posteriormente, al recordar el momento en el que es herido cuando desembarca en
Cuba en 1956, se acuerda del cuento de Jack London “Encender un fuego”, en el
que el protagonista - ante la inminencia de la muerte por congelamiento - se
propone esperar el fin de la manera más digna posible. Ricardo Piglia señala
sobre esto que Guevara se formó éticamente en la literatura, por lo que en muchos
de sus escritos se ve a sí mismo como un personaje literario. Esta
autoconsciencia novelesca lo acompañará hasta el final. En el pueblo boliviano
de La Higuera le dirá a Mario Terán, su ejecutor: “Póngase sereno y apunte
bien ¡Va a matar a un hombre!”. Corría el 9 de octubre de 1967.
Por
supuesto que es difícil no señalar la utilización mercantil que se hace en la actualidad
de la figura del Che Guevara, con el famoso retrato fotográfico que le hizo Alberto Korda
reproducido en vestimentas, adornos y productos de consumo de todo tipo. La
trivialización pop de los héroes es un fenómeno contemporáneo que Joseph
Campbell no alcanzó a estudiar. Teniendo en cuenta que en la Antigua Grecia era
común que aristócratas, gobernantes y sacerdotes manipularan la mitología para
fortalecerse, tampoco se puede decir que se trate de un fenómeno novedoso. Pero
hoy, en plena era de la customización, esto se acrecentó y las gestas revolucionarias
terminan volviéndose inofensivas. Postales de una especie que, a pesar de los
embates del mercado, aún se aferra a ciertos relatos con esquemas ancestrales.