Juegos de seducción

En estas épocas de corrección política la seducción tiene mala prensa. El hecho de avanzar a otra persona con fines románticos o por simple búsqueda de placer carece de las connotaciones inofensivas y elegantes de antaño. Por un lado los cambios propuestos por las nuevas políticas de género someten a una dura revisión a las raíces machistas clásicas de la conquista amorosa. Por otro lado las revistas de “interés general”, las comedias románticas e internet banalizaron los ritos de seducción, difundiendo erróneamente tácticas superficiales e infalibles para una actividad cuyo principal atractivo es su imprevisibilidad.

Negar las virtudes de la seducción es ignorar que muchas grandes historias de amor empiezan gracias a que una de las partes tomó la iniciativa de intentar enredar, encantar al otro con su pavoneo. De hecho muchos sólidos matrimonios nacieron de ese juego hecho de histrionismo e histeria. Y para esto es necesario comprender que se trata de una tarea constante, que hace de la sorpresa su principal virtud.

Por supuesto que también hay algo de perverso en el hecho de querer conquistar al otro, sobre todo si se persigue el placer como único fin. Esto es lo que ocurre con Juan, el protagonista de “Diario de un seductor” de Soren Kierkegaard, quien no duda en ensayar oscuros juegos psicológicos con Cordelia, su objeto de deseo. En el momento en el que la dama se somete incondicionalmente a sus maquinaciones, este desiste y responde con indiferencia.

En la vereda de enfrente se encuentra Jean Baudrillard, quien ve en el mecanismo de conquista una fabulación en la cual el seductor renuncia un poco a su identidad. “La seducción es morir como realidad y producirse como ilusión” afirma el filósofo francés, ya que hay mucho de artificio y puesta en escena en lo que el seductor vende. El seducido se mira en un espejo que le devuelve una imagen falsa, pero no se opone porque en el fondo es seductor ser seducido. Dicho de otra forma, la diferencia entre cazador y presa es menos radical de lo que habitualmente se cree. 


Si el cortejo termina de manera exitosa empieza otra etapa. La ficción de la conquista se quiebra y aparece, amenazante, la verdad. Mientras la escenificación propuesta para conquistar al otro se desdibuja ante la monotonía de lo cotidiano empiezan los cuestionamientos sobre el futuro de la relación. Evidentemente para sostener un romance en el tiempo no alcanza con las estrategias de la conquista. Como dice Zigmunt Bauman: “El amor no encuentra su sentido en el ansia de cosas ya hechas, completas y terminadas, sino en el impulso a participar en la construcción de esas cosas”.