¿Existe en realidad el
tiempo destructor?
¿Cuándo, sobre la
montaña en calma, destruirá la fortaleza?
Este corazón, que
infinitamente a los dioses pertenece,
¿cuándo lo violentará
el demiurgo?
¿Somos en verdad tan
angustiosamente frágiles,
como el destino se
empeña en hacérnoslo creer?
¿La infancia, la honda
y promisoria,
está más tarde y muda,
en las raíces?
¡Ay!, el fantasma de la
fugacidad
Atraviesa al
impresionable y candoroso ser,
como si fuera humo.
Tal como nosotros
somos, los vivientes,
somos tenidos, sin
embargo, por las fuerzas
perdurables como un
hábito de la divinidad.