Existen muchas formas de denunciar una realidad
oscura. Se puede optar por gritarla, señalarla de manera directa para que todos
se enteren sin medias tintas. El otro camino es construir una ficción o espacio
más elaborado en el que pueda subyacer fuera de campo lo que se pretende
criticar, exigiendo una mayor participación del receptor. Llevándolo al plano de la música popular, “Que se vayan ellos” de Piero y “Tiburón” de Rubén Blades hablan de lo
mismo, aunque con distintos grados de sutileza.
Don DeLillo es un escritor estadounidense que escribe
sobre Estados Unidos. A lo largo de su carrera ha ido desarrollando una
habilidad para que la coyuntura cultural y política tenga un peso decisivo en
su narrativa, pero más por omisión que por presencia directa. El mundo del
deporte en “End Zone” y “Amazons”, el del rock en “Great Jones Street”, el
terrorismo en “Players” y “The Names” son algunos de los temas que aparecen en
sus primeros libros, hoy muy difíciles de encontrar y a los que incluso el
propio autor cuestiona. Recién en la segunda mitad de los 80’ con “Ruido de
Fondo” y “Libra” entra en su madurez como escritor y empieza a trascender
popularmente.
Los mecanismos de DeLillo para mostrar los vaivenes
políticos de su país se han ido puliendo hasta llegar a la perfección en
sus últimos trabajos. “Cosmópolis” es un libro ambicioso, que a la manera del
“Ulises” de James Joyce se centra en lo ocurrido durante un día en la vida de
un personaje, en este caso un joven millonario y su periplo dentro de una
limusina. Su viaje se verá afectado por un embotellamiento, una manifestación
activista, el rodaje de una película y la aparición de los más extraños
personajes. Alrededor de este único escenario puede oírse el estruendo sordo de
una economía en crisis y olerse el odio rancio de los que van quedando afuera
de un mundo cada vez más tecnologizado.
Aunque desconcertó a sectores de la crítica y parte del público,
la historia ha sido llevada al cine por David Cronemberg. La narración viscosa
del gran director canadiense pone énfasis en uno de los temas recurrentes de su
filmografía: la relación entre el sexo y la muerte. Aunque algunos lo ven como
un desatino, es un acierto que se haya reclutado al galán adolescente Robert
Patinsson como protagonista. Una figura ascendente del Hollywood contemporáneo
ejerce un positivo efecto de contraste entre las imágenes del colapso de un
imperio.
Don DeLillo volvió a demostrar su habilidad en “El
Hombre del Salto” y “El Punto Omega”, centrados en los atentados a las Torres
Gemelas y en las consecuencias de la guerra respectivamente. Autoconscientes y
estilizados, sus libros resuelven con agudeza uno de los más grandes problemas
que debe resolver un escritor norteamericano actual: evitar la culpa y la
denuncia fácil a la hora de hablar del imperio al que pertenecen.