Vidas de celuloide


Género peligroso como pocos el de la autobiografía. Al ombliguismo que implica escribir sobre uno mismo se le suma la subjetividad inevitable de estos libros, que los acerca mucho más a la ficción antes que a un recuento real de los hechos. Por no señalar que muchas veces se evidencia que la vida personal del protagonista es mucho menos interesante que su obra.

Por la naturaleza manipuladora de su arte, las autobiografías de las estrellas de cine son las más adictivas y a la vez las que más invitan a no ser tomadas en serio. En el filme “Chaplin” un ya envejecido Charles Chaplin (interpretado por Robert Downey Jr.) le relata el nacimiento de su inmortal personaje cinematográfico a un periodista (Anthony Hopkins) de una manera pintoresca. Aparentemente el sobrero bombín, el bastón y los gigantescos zapatos, llenos de magia y brillo, habrían encandilado al cómico que así advirtió que ese sería el atuendo adecuado para darle forma al famoso “Charlotte”. El entrevistador le reprocha al actor su versión edulcorada de un hecho que seguramente fue absolutamente insignificante cuando ocurrió. Chaplin, categórico, le responde: “Es que la realidad es tan aburrida”.


En su excelente autobiografía “Nadie es perfecto” Billy Wilder opina algo parecido. La polémica máxima “Nadie gasta sus dólares para ver en cine lo que sucede detrás de la puerta del vecino. Lo que allí sucede lo conoce hasta la saciedad porque es lo mismo que sucede en su casa” reaparece varias veces a lo largo del libro y el realizador, que empezó en la vanguardia berlinesa antes de asentarse en EE.UU; insiste en que se aplica tanto a Hollywood como al cine europeo.

Sin embargo Wilder encontró una fórmula para hablar sobre el costado oscuro del mundo en sus películas haciendo uso de los mecanismos de la “fábrica de sueños”. Además en varias páginas aparecen visiones demoledoras sobre mitos intocables como Humphrey Bogart, Marylin Monroe o el mismísimo Chaplin. Todo esto le hizo ganarse una injusta fama de cínico, cuando lo único que hizo es dejar que la realidad este siempre presente en sus filmes y en sus opiniones.

Aunque es principalmente recordado por sus inigualables

comedias, este vienés es también el autor del más despiadado retrato deHollywood en la obra maestra “Sunset Boulevard” (1950), lo que le granjeó el odio de varios ejecutivos. Allí desarrolló el concepto de que la industria del cine es, detrás de las mansiones y decorados, un universo pesadillezco y decadente que tarde o temprano desemboca en un crimen. David Lynch llevará más tarde esta idea al límite en sus alucinadas producciones. Por otra parte realizadores como Fernando Trueba reconocieron su lucidez para crear situaciones brillantes y ácidas. De hecho el director español al recibir el Oscar por “Belle Epoque” dijo la famosa frase: “But I just believe in Billy Wilder, so thank you, Mr. Wilder”.

La conciencia de que el cine es una actividad tan fraudulenta como fascinante recorre todo “Nadie es perfecto”. En ese sentido Wilder coincide con la visión del italiano Marco Ferreri cuando se le consultó sobre las diferencias entre el espectador de películas comerciales y el que solo ve cine arte: “Todos son devoradores de sombras”.