En el film clásico “El Tercer Hombre” de Carol Reed el personaje que
interpreta Orson Welles dice una frase que luego se ha repetido hasta el
hartazgo: “En Italia, durante treinta años bajo los Borgia, hubo guerrilla, terror, asesinatos, derramamiento de sangre… de allí surgieron Miguel Ángel, Leonardo Da Vinci y el Renacimiento. En Suiza reinó el amor
fraternal durante quinientos años de paz y democracia; ¿y qué produjeron? ¡El
reloj cucú!”. De esta manera se contribuye al lugar común que afirma que los
periodos de crisis son más productivos y creativos que los periodos de
tranquilidad.
El estereotipo de una Suiza ideal, habitada por pacíficos tiroleses y
relojeros comedores de chocolate que no participan de las guerras, oculta que aquella
nación también alberga a muchas de las cuentas bancarias más sospechosas del
planeta. O que su porcentaje de suicidios es uno de los más altos de Europa. Dentro
de lo cultural, el pequeño país alpino también ha dejado su marca y numerosos
personajes encontraron inspiración en sus paisajes, además de ser la patria de
algunos escritores de aguda mirada. Este es un repaso azaroso de algunos de esos
hitos.
La cuna del horror moderno: El poeta inglés Lord Byron se
exilió en su villa de descaso en el Lago Leman, Suiza, en 1816. Allí, junto a
sus invitados Percy Bysshe Shelley, Mary Shelley y John William Polidori,
organizó una competencia informal para ver quién creaba el relato más aterrador.
Aquella suerte de brainstorm lúgubre resultó productivo, ya que de allí
nacieron dos historias hoy canónicas: Frankenstein o el moderno prometeo de
Mary Shelley (que tenía solo 19 años al momento de escribirlo) y El Vampiro de
Polidori. La primera introdujo temas filosóficos y sirvió de puente con las
obsesiones de la naciente escuela romántica, mientras que el segundo sería una
piedra fundamental para la literatura vampírica. Los sucesos de esa jornada
fueron mostrados en el cine en la introducción de “La novia de Frankenstein”
(1935) de James Whale y fueron el motivo central de la alucinante “Gothic” (1986) de Ken
Russell.
Friedrich
Dürrenmatt: Si
existe un autor que merece un urgente redescubrimiento ese es Dürrenmatt.
Nacido en el Cantón de Berna, cerca de donde ocurrieron los eventos del párrafo
anterior, este hombre de personalidad renacentista se destacó como dramaturgo,
poeta, pintor, ensayista y novelista. Dentro de esta última disciplina se destacan dos notables ‘nouvelles’ de gran
espíritu satírico. En “El juez y el
verdugo” conocemos al comisario Bärlach, un inepto pero querible
personaje que recorre gran parte de la obra del escritor. Aquí se enfrenta a un criminal
que lo ha burlado por cuatro décadas con inesperados resultados. Por otro lado “El
desperfecto” utiliza la idea de una simple avería mecánica para realizar una
magistral alegoría política. Ambas historias constituyen excelentes puertas de
entradas para descubrir una de las plumas más punzantes del siglo XX.
Un
lugar de retiro: Quizás por aquella idealización inicial de la que hablamos, Suiza fue el
lugar elegido como última morada de muchas personalidades célebres. Escritores
como Rainer María Rilke, James Joyce, Herman
Hesse y Jorge Luis Borges eligieron terminar sus días allí. Lo mismo hicieron actores
como Charles Chaplin y Richard Burton. En la actualidad es la residencia de músicos
como Tina Turner y Phill Collins, cineastas como Jean-Luc Godard y
empresarios de varios rincones del mundo. Aunque puede parecer que la tranquilidad
es el principal motivo de esta tendencia, todo indica que algo fundamental para
tomar la decisión son las enormes
ventajas impositivas que el estado suizo ofrece a los millonarios. Porque a nadie le preocupa el desarraigo si la consecuencia última es proteger el bolsillo.
Este
año se cumplen 100 años desde que Suiza se declaró neutral en el Tratado de
París, por lo que esa nación no participa de ningún conflicto bélico desde
entonces. Por otro lado en Zürich se encuentran los cuarteles generales de la
FIFA, la organización que maneja los destinos del fútbol a nivel mundial, hasta
hace poco presidida por el también suizo Joseph Blatter. La
naturaleza siniestra de los negociados que se cocinan dentro de sus cuatro paredes invita a someter a una revisión el concepto de neutralidad.