Al
filósofo Mario Bunge le gusta provocar diciendo que la psicología es una pseudo-ciencia,
como la ufología y la astrología. Entre los motivos expuestos por el autor de “La
ciencia: su método y su filosofía” figura el hecho de que los psicoanalistas no
se apoyan en el método experimental para desarrollar sus teorías y en que muchos
de sus conceptos – como el de ‘inconsciente’ - son intangibles. Más allá del
carácter polémico de sus declaraciones, la historia del psicoanálisis es tan compleja y diversa
que es muy difícil no cuestionar algunas de sus aristas ¿Por qué dentro de esta
vasta disciplina no hay casi denuncias por malas praxis, tan comunes en otras
ramas de la medicina?
Desde
sus inicios el psicoanálisis afrontó crisis internas. Como bien lo cuenta David
Cronemberg en su film “Un método peligroso”, Sigmund Freud no era alguien muy
abierto a las innovaciones teóricas que aportaban sus discípulos. En un primer
momento recibe con beneplácito la admiración y las consultas del joven
psiquiatra suizo Carl Gustav Jung, pero cuando este le plantea ideas más
audaces no duda en señalarle enérgicamente que no se aleje del camino que él
señaló. Seguramente Sigmund no se refería a sus tempranos ensayos en defensa de
la cocaína, sustancia que consumió abundantemente a fines del siglo XIX. A
pesar de estas reprimendas Jung viró hacia terrenos más místicos en sus
investigaciones posteriores, centrándose en describir los arquetipos que
atraviesan a todos los seres humanos, tomando elementos de la antropología y la
teología.
Sin
embargo el más polémico de los investigadores de la escuela freudiana fue
Wilhelm Reich. Miembro de la Sociedad Psicoanalítica de Viena, se interesó por
los conceptos de neurosis y líbido de su maestro – quién lo describió como su
discípulo más brillante - pero decidió
llevarlos más allá. Coincidiendo con su acercamiento al marxismo, concluyó que
el capitalismo era incompatible con la salud mental de la población, por lo que
debía ser abolido mediante una revolución socialista. En 1933 edita “Psicología
de masas del fascismo”, ensayo de gran influencia publicado en el momento
exacto en el que la figura de Hitler comienza a asolar Europa. Paralelamente
profundiza sus estudios sobre la relación entre sexo y política, buscando
mejorar la intimidad de la clase obrera. El resultado de todo esto es la
expulsión por partida doble de Asociación Psicoanalítica Internacional y del
Partido Comunista. Cuando Austria es anexada por el nazismo en 1939 debe
exiliarse en Estados Unidos.
En
su última etapa Reich desarrolla la teoría sobre la existencia del “Orgón”, una
energía sexual cósmica que regiría el universo. Paralelamente crea terapias
polémicas como la vegetoterapia, perfecciona un aparato “acumulador de orgón” -
al que le asigna propiedades curativas – y otro para manipular nubes y provocar
tormentas (la leyenda afirma que ayudó a un grupo de granjeros con sus cosechas).
Hacia 1956 sus experiencias ganan espacio en los diarios sensacionalistas y la
“Food and Drug Administration” (organismo altamente funcional al gobierno
durante los años de la Caza de Brujas) decide detenerlo y destruir todos sus
aparatos y escritos. El investigador falleció un año más tarde mientras
esperaba apelar los cargos por fraude y delirio.
Platón
en su “República” buscó responder al famoso dilema ‘¿Quién vigila a los
vigilantes?’ refiriéndose a la impunidad de los organismos de control. Quienes
regulan la salud mental muchas veces tienen conductas cuestionables, lo que
plantea dudas sobre la confiabilidad de sus profesiones. “La credulidad de los
pueblos civilizados, de los especialistas, de los gobernantes, reviste a la
psiquiatría de inexplicables luces sobrenaturales. La profesión que ustedes
ejercen está juzgada de antemano” señaló Antonín Artaud en su ‘Carta a los
Poderes’ de 1925. Esto fue mucho antes que el gran autor francés fuera
encerrado y trasladado a diferentes instituciones psiquiátricas durante sus
últimos años. Aparentemente nadie vigiló a los vigilantes.