Elogio de la negritud

A Spike Lee no le gustó “Conduciendo a Miss Daisy” y consideraba el Óscar a mejor película que le otorgó la Academia de Artes y Ciencias de Hollywood como un premio a la imagen del afroamericano pasivo y servil. Era todo lo contrario a “Haz lo correcto”, el filme de Lee que también se había estrenado en 1989 planteando una mirada mucho más compleja sobre los problemas raciales. A pesar de que había pasado más de un siglo desde la abolición de la esclavitud, el stablishment todavía no estaba preparado para aceptar la imagen del negro combativo, prefiriendo al paciente sirviente por sobre los hombres de acción. Este último parecía relegado al salvaje subgénero blaxploitation que había florecido en la década del 70’ o a alguna aislada producción de temática social.

En cierta manera el personaje interpretado por Morgan Freeman es una actualización del Tío Tom descripto en la famosa novela de Harriett Beecher Stowe. Aunque el libro en un primer momento fue saludado como uno de los primeros en apoyar la causa abolicionista, estudios posteriores lo acusaron de popularizar varios estereotipos negativos de la raza negra. En el cine y la literatura el personaje de color muchas veces es retratado como un pintoresco acompañante cómico del protagonista (“cómic relief”) o como portador de sabiduría y poderes con los que ayudará a los personajes blancos (“magical negro”). Esta asignación por parte del descendiente europeo de una característica exótica a las minorías étnicas es una forma solapada de racismo. Lo curioso es que estas visiones muchas veces son reproducidas por los artistas negros, produciéndose aquello que Frantz Fanon llamaba “epidermización de la inferioridad”. Dicho de otro modo, no hay mejor dominado que el que se ve a sí mismo a través de los ojos del dominador.

La negritud – que muy tempranamente manifestó su creatividad y orgullo en la música – tardó en adquirir identidad dentro de la literatura. Si bien durante la esclavitud y los años posteriores a la abolición existieron varios autores negros que se destacaron en el mundo de las letras (especialmente haciendo poesía), recién hacia 1920 los escritores de la comunidad empiezan a llamar la atención del público y de los críticos blancos. El llamado “Renacimiento de Harlem” fue un momento único en el que la literatura, el jazz y la pintura afroamericanos captaron la atención de todo el mundo.

El poeta y novelista Langston Hughes dejó constancia de aquel fenómeno en sus estupendas crónicas. “Durante el apogeo de la Era de los Nuevos Negros y la invasión de Harlem por los turistas, estaba de moda entre las personalidades del mundo intelectual y social, tanto de Harlem como de la Ciudad Baja, asistir a los bailes y desde los palcos contemplar la extraña multitud abigarrada en la pista de baile: hombres con trajes flotantes, tocados con plumas, y mujeres con smoking y frac. Aquello era como un desfile de moda para hombres. Se daban premios a los negros y a los blancos más suntuosamente ataviados que, empolvados y pintados con pelucas, se presentaban a disputar el premio” señala el autor. Aquella efervescencia fue fundamental para abrir el camino que autores posteriores como James Baldwin, William M. Kelley, Toni Morrison y Maya Angelou transitaron con popularidad. 
 
En el resto del continente el reconocimiento fue más dificultoso. Además del fuerte prejuicio racial, una de las causas de que la literatura afro-latinoamericana tardara en manifestarse está relacionado con la manera en la que esa herencia mejor se manifestaba, que es la de la oralidad. Esas cadencias y formas musicales del habla afro tardaron en encontrar a alguien que supiera hermanarlas con el español y llevarlas al papel respetando su frescura. Fue el gran poeta cubano Nicolás Guillén quien en “Sóngoro cosongo” (1931) supo  respetar esa tradición marcando un punto de inflexión en la literatura de la región, hasta entonces de herencia mayoritariamente europea. Por otro lado “Gobernantes del rocío” del haitiano Jacques Roumain (traducida al inglés por el citado Hughes) es un buen ejemplo del mismo proceso en el plano narrativo.

Viajando hacia el sur de América nos encontramos con el difundido lugar común que afirma que en el Río de la Plata la herencia africana casi ha desaparecido. Sin embargo palabras como tango, milonga, mandinga, bochinche, ganga y mina viajaron desde Angola y el Congo para formar parte de nuestras expresiones cotidianas. Por otra parte el pionero del cine Manuel Romero, el gran guitarrista de jazz Oscar Alemán, el pianista Horacio Salgán, el cómico Alfredo Barbieri y la escritora Griselda Gambaro son algunos afro-descendientes que han enriquecido la cultura local, a pesar de que los investigadores rara vez suelen señalar su origen.

“A los blancos los hizo Dios, a los mulatos San Pedro y a los negros los hizo el Diablo para tizón del infierno” afirmaba el protagonista del Martín Fierro hace casi 150 años. Luego de este corrido por la cultura afro del continente uno piensa que la connotación peyorativa que encierra este verso es bastante relativa. La verdad que este infierno está encantador.