Mundo Saer


Desde hace bastante tiempo en los colegios argentinos se recomienda “El entenado” de Juan José Saer como material de lectura para los alumnos. Por supuesto que esto es una buena noticia, pero no solo por acercarles a los chicos la posibilidad de conocer a uno de los más importantes escritores de la lengua castellana. En esa novela el narra un momento iniciático en el cual los ojos del grumete Francisco del Puerto, integrante real de una expedición de Solís, se transforma en otra persona luego de vivir diez años entre los indios. Sus ojos europeos por primera vez presencian ese paisaje pantanoso, indescifrable, tan propio del autor santafesino.

Si la mayor aspiración de cualquier artista es crear un universo personal, Saer forjó una mitología blindada. “En la zona” en es el elocuente nombre de su primer libro de 1960. Es en esa zona en la que se moverán sus criaturas durante el resto de su obra, y que básicamente comprende Santa Fe y sus aledaños tanto geográficos como históricos. Un espacio mutante y espeso, que a veces será engañosamente simple y llano (“En la zona”, “La pesquisa”) o envolventemente complejo (“El limonero real”, “Glosa”). Y que se poblará de personajes reconocibles y esquivos, como Carlos Tomatis y Pichón Garay.

En la excelente colección de ensayos sobre el autor llamado “Zona de prólogos”  María Teresa Gramuglio dice que los relatos de “Lugar” “traspasan los límites de la zona y exploran en las tramas otros espacio y nuevas situaciones, algunos de ellos referidos a acontecimientos y conflictos de la historia contemporánea que remiten a los cambios políticos y culturales ocurridos en la escena europea en los últimos años del siglo XX”. Antes de su muerte en el año 2005 Saer parecido dispuesto a abandonar el mundo que él mismo había creado, desafiándose a sí mismo.


Es sabido que el escritor en su juventud fue profesor de cine en la Universidad Nacional del Litoral. Los recursos cinematográficos (zoo, flashback, flashforward, montaje paralelo) alcanzan una presencia muy fuerte en su narrativa, llegando a la fluidez absoluta de “La grande”; su última obra. Allí sus mecanismos se acercaron como nunca a la definición de novela que uno de los personajes describe como “el movimiento continuo descompuesto”. De eso se trata la obra de Juan José Saer: un río infinito en cuyos remolinos da gusto bañarse.