Casi nadie se acuerda de Horace McCoy, y es una pena. Su novela “¿Acaso no matan a los caballos?” constituye uno de los reflejos más lapidarios de la realidad de Estados Unidos durante la Gran Depresión. Un paisaje desolador con familias enteras pasando hambre y almas solitarias deambulando de pueblo en pueblo en busca de trabajo. En ese contexto solo el crimen y las promesas de fama y dinero fácil de algunos oportunistas aparecían como soluciones posibles ante el pesimismo reinante. Como telón de fondo los musicales de los estudios Warner reemplazaban al alcohol, prohibido por la Ley Seca hasta 1933, como narcótico para la masa anónima.
El cambio había sido demasiado radical luego de la caída de la bolsa en 1929. Se venía de años de prosperidad y diversión, de aquella Era del Jazz que tan bien había retratado Francis Scott Fitzgerald en sus textos. Y no es casual que este escritor, sinónimo de los Años Locos americanos, empezara su descenso hacia el fracaso cuando intentó triunfar en Hollywood durante la crisis; algo que narró amargamente en “The crack-up”. Apenas una decena de personas concurrieron al entierro del otrora famoso autor de “El Gran Gatsby” en 1940.
El más célebre de los narradores de aquellos años fue John Steinbeck con libros como “De hombres y ratones” y “Las viñas de la ira”. En este último se narra la historia del desclasado Tom Joad, pionero en la lucha por defender al campesinado explotado de la época. Este personaje se transformará en emblema de compromiso social al ser interpretado por Henry Fonda en la película de John Ford, además de merecer una canción por parte de Woody Guthrie; el cantautor folk que supo ponerle música a las vivencias de los desamparados de los 30’.
John Dos Passos también es uno de los autores que se consagran en esta etapa, pero a la denuncia le agrega innovación experimental y voluntad épica. Así es como “Paralelo 42” cruza múltiples historias y se adelanta al posmodernismo al incluir fragmentos de programas de radio, cartas y canciones populares, originando el relato collage. Un gran fresco del EE.UU de los obreros, los inmigrantes y las minorías raciales que completaría luego con su influyente trilogía U.S.A. (“1919” y “El Gran Dinero” son los otros volúmenes)
El citado “¿Acaso no matan a los caballos?” también
se adelantó a su tiempo pero desde el punto de vista temático. Publicada en los
50’s, allí se narra la historia de dos jóvenes que se conocen al participar en
una “maratón de baile”. En estos concursos, que eran una práctica común durante la
Depresión, muchas parejas competían bailando durante días, ganando
aquella que resistía en pie hasta el final mientras el resto se desmayaba o
algo peor. Transmitidas por radio a todo el país, estos inhumanos eventos eran
enormemente populares hasta fueron finalmente prohibidos. La novela de McCoy
rescata este capítulo poco conocido de aquellos años y critica la filosofía del
“show must go on” y el salvajismo de
la industria del entretenimiento con la mayoría silenciosa; dos temas de enorme
actualidad.
Una lectura
fácil es que fue aquel terrible periodo de crisis el que propició el
surgimiento de todos estos brillantes escritores, a los que durante su exilio
parisino Gertrude Stein bautizó como la “Generación Perdida”. Y además están
los que vivieron su infancia en esos años, como Truman Capote y Carson
McCullers, y que desarrollaran su obra posteriormente marcados por sus
particulares vivencias en esos tiempos duros. Sin embargo, ahora que Estados Unidos vive un nuevo
declive económico, no parece surgir un conjunto de autores de aquel peso
ideológico e innovador. Sin duda este presente de cinismo y desaprensión no es
tierra fértil para la profundidad y el talento.